¿Alguna vez te has preguntado cuántos antepasados puedes tener? Si imaginamos nuestro árbol genealógico, muy pronto podremos sentir cierta sensación de mareo al tratar de componerlo. ¿Cuántos bisabuelos tenemos? Rápidamente las raíces de nuestro árbol se ramifican hasta convertirse en un viejo y enorme drago sin apenas pasar de nuestros tatarabuelos. Para poder ir completando el puzzle sin desesperar, lo mejor es utilizar una tabla de ascendientes, en la que, en teoría, deben figurar todos nuestros antepasados: nuestros dos padres, los cuatro abuelos, los ocho bisabuelos, etc., doblando en cada generación el número de los ascendientes de la generación precedente. Si queremos calcular cuántos antepasados podemos llegar a tener, la ley con la que tenemos que operar es la de la progresión geométrica, que nos dice que ocho bisabuelos se convierten en 16 tatarabuelos, en 32 trastarabuelos y en 64 pentabuelos. De tal forma que, una persona nacida en 1950, cuando llegue al año 1500, en su árbol tendrá a 32.767 antepasados. Si se remonta a principios del siglo VIII, tendrá más de 34.000 millones de antepasados, ¡más antepasados que seres viven hoy en la tierra! Pero, ¿cómo es esto posible? Esta fórmula nos da el número exacto de los antepasados que deberíamos tener, pero como es fácil de comprobar, estos números no son reales, ya que no había tal cantidad de personas en el mundo. La inexactitud de estos números se explica por la fuerte endogamia que encontraremos en toda la población. La repetición de los antepasados se dio desde principios del género humano, desde los soberanos de las más altas dinastías hasta las clases más humildes, y acentuándose entre las personas más incomunicadas, que vivían en valles o en islas. Así que no desesperes, como ves, ¡tu familia no es tan grande! Y siempre puedes quedarte en los mil primeros...
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En la entrada anterior dábamos las dos primeras pautas para iniciar una investigación sobre nuestra historia familiar. En este post continuamos con los últimos pasos para iniciarnos en el precioso mundo de la genealogía familiar. Tras los puntos uno y dos, el tercer paso es reunir toda la documentación escrita existente entre la familia. Muchos papeles guardados en cajones durante años son importantes descubrimientos para un genealogista, ya que pueden contener pistas sobre abuelos de abuelos, o los bisabuelos de nuestros padres. Libros de familia, compras de propiedades o fincas, cartas, etc. Y por supuesto, las fotografías. Esas que van a dar rostro y personalidad a nuestra investigación y a nuestro futuro árbol. Imágenes de otro tiempo que debemos rescatar. Rostros que tal vez no conocimos pero que sin embargo nos suenan familiares...¡hasta parecidos a nosotros!. Por último, en cuarto lugar, con la información recogida, podemos comenzar a pedir algunas partidas al registro civil. Debes saber que son gratuitas y te las envían a tu casa por correo postal. Entra aquí para solicitarlas. De esta manera podrás conocer los datos de tus antepasados hasta 1870, pudiendo llegar incluso a tus tatarabuelos, ya que suelen aparecer los nombres de los abuelos de las personas que estás buscando. Eso sí, ten en cuenta que hasta bien entrado el siglo XX muchas familias seguían inscribiendo a sus hijos únicamente mediante los bautismos, siendo común que en los registros civiles no existan tales inscripciones, o se produzcan muchos años después. Si has llegado hasta este punto puedes decir que ya ha comenzado tu camino de investigador, ¡¡y ya no puedes rendirte!! Puede que hayas conseguido tener datos sobre tus bisabuelos, sus matrimonios, domicilios, etc. Y quizá, hasta te hayas llevado una sorpresa que no esperabas. A partir de ahora la investigación se complica. Pero no te rindas, lánzate a descubrir tu origen en los archivos parroquiales...y sobre todo ¡Disfrútalo! Y si se complica la investigación o no tienes todo el tiempo del mundo para poder completar tus objetivos, no olvides que nos tienes a nosotros. Estaremos encantados de ayudarte y hacer realidad tu ilusión. |
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Enero 2019
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