Cuando te adentras en el mundo de la genealogía cada día hay una nueva sorpresa y algún descubrimiento que no esperabas. También muchos ideas preconcebidas van desapareciendo ante el avance de la investigación. Y una de ellas era imaginar a qué edad podrían haberse casado las personas que buscábamos. Una vez que tenemos la fecha de nacimiento de una persona y queremos buscar su matrimonio, el rango de edad en el que pudo haberse casado es muy grande, y nosotros lo ampliábamos mucho imaginando que tal vez se hubiera podido casar a los 18, los 20 o incluso los 15 años. No nos parecía raro. De hecho, sabiendo la edad a la que accedieron al matrimonio nuestros abuelos, parecía lógico pensar que en el siglo XVIII las bodas fueran entre personas que ahora serían adolescentes. Pero tras años de investigación en archivos, hemos visto que no era del todo así. En prácticamente todos los casos investigados, la edad de acceso al matrimonio superaba, y en bastante, los 20 años... y los 30 incluso. De hecho, sorprendentemente, en el siglo XVIII en Canarias, la edad media de acceso al matrimonio de las mujeres era a los 25,4 años, y la de los varones a los 26, 2 años. En el siglo XIX, la edad media entre las mujeres que se casaban era de 24,7 años, y la de los hombres los 27,8 años. En la actualidad, en nuestra sociedad la edad del matrimonio se ha retrasado, y no es raro escuchar que ahora nos demoramos mucho en casarnos. Si nos comparamos con nuestros abuelos, entre los que oímos que a los 17 años ya estaban casados y con 18 años eran padres, es posible que casarse a los treinta y tantos resulte un tanto tarde. Pero como vemos esto no siempre fue así. Nuestros antepasados no se casaban tan jóvenes...¡así que no dejes que los comentarios “a tu edad ya yo estaba casado y con tres hijos” te desmoralicen! Siempre puedes responder: “mi penta-abuelo paterno a mi edad, también vivía con sus padres”
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En la entrada anterior dábamos las dos primeras pautas para iniciar una investigación sobre nuestra historia familiar. En este post continuamos con los últimos pasos para iniciarnos en el precioso mundo de la genealogía familiar. Tras los puntos uno y dos, el tercer paso es reunir toda la documentación escrita existente entre la familia. Muchos papeles guardados en cajones durante años son importantes descubrimientos para un genealogista, ya que pueden contener pistas sobre abuelos de abuelos, o los bisabuelos de nuestros padres. Libros de familia, compras de propiedades o fincas, cartas, etc. Y por supuesto, las fotografías. Esas que van a dar rostro y personalidad a nuestra investigación y a nuestro futuro árbol. Imágenes de otro tiempo que debemos rescatar. Rostros que tal vez no conocimos pero que sin embargo nos suenan familiares...¡hasta parecidos a nosotros!. Por último, en cuarto lugar, con la información recogida, podemos comenzar a pedir algunas partidas al registro civil. Debes saber que son gratuitas y te las envían a tu casa por correo postal. Entra aquí para solicitarlas. De esta manera podrás conocer los datos de tus antepasados hasta 1870, pudiendo llegar incluso a tus tatarabuelos, ya que suelen aparecer los nombres de los abuelos de las personas que estás buscando. Eso sí, ten en cuenta que hasta bien entrado el siglo XX muchas familias seguían inscribiendo a sus hijos únicamente mediante los bautismos, siendo común que en los registros civiles no existan tales inscripciones, o se produzcan muchos años después. Si has llegado hasta este punto puedes decir que ya ha comenzado tu camino de investigador, ¡¡y ya no puedes rendirte!! Puede que hayas conseguido tener datos sobre tus bisabuelos, sus matrimonios, domicilios, etc. Y quizá, hasta te hayas llevado una sorpresa que no esperabas. A partir de ahora la investigación se complica. Pero no te rindas, lánzate a descubrir tu origen en los archivos parroquiales...y sobre todo ¡Disfrútalo! Y si se complica la investigación o no tienes todo el tiempo del mundo para poder completar tus objetivos, no olvides que nos tienes a nosotros. Estaremos encantados de ayudarte y hacer realidad tu ilusión. Si tienes ganas de conocer el origen de tu apellido, de dónde vienen tus antepasados, saber si tus raices se encuentran en las islas o procedes de otros lugares que no imaginas, no dudes en lanzarte. Tú mismo puedes comenzar a realizar la investigación que despeje todas estas dudas o curiosidades. Para ello, sigue estos sencillos cuatro pasos: 1. Lo primero que debes hacer es comenzar a preguntar a tu familia. Por supuesto empieza por los mayores, es posible que no podamos tenerlos mucho tiempo junto a nosotros. Hay que aprovechar toda su experiencia, preguntarles por los nombres que recuerdan e intentar adentrarnos en sus vivencias, porque esos testimonios orales pueden ser la última información para conocer a nuestros parientes lejanos. Podemos saber dónde vivían, cómo eran físicamente, qué les gustaba hacer, a dónde viajaron, qué carácter tenían, a qué fiestas iban, dónde trabajaban, cómo reían...datos que normalmente no encontramos en la documentación escrita antigua. Pero no siempre tenemos por qué recurrir a los mayores de las familias. Muchas veces primos, tíos o padres tienen información muy valiosa sobre nuestros antepasados que desconocemos. ¡No lo dejes pasar y pregúntales! 2. Una vez que nos hemos imbuido de la historia de nuestra familia más reciente a través de los recuerdos que aún podemos conocer, toca ser sistemático y apuntar todo lo que podamos. No olvides apuntar correctamente los nombres con sus apellidos, y muy importante, el nombre por el que se le conocía, ya que no siempre coincide. Suele ocurrir que el nombre que figura en el registro de nacimiento o bautismo es diferente al nombre por el que todo el mundo lo conocía, pero en origen puede que aparezca registrado ya sea en su matrimonio o defunción y es una pista importante. Apunta lugar de nacimiento, traslados de domicilio, profesión, etc. Todo es importante para comenzar a rastrear el origen de nuestros apellidos. La próxima entrada continuaremos comentando los dos siguientes e imprescindibles pasos para realizar esa empresa maravillosa que es redescubrir nuestra historia familiar. |
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